martes, 8 de octubre de 2013

soledad




Soledad
Las grandes ciudades están llenas de solitarios. Crece el número de viviendas ocupadas por una sola persona y el trato físico se sustituye por las relaciones a distancia, por Internet. Es una epidemia que va en aumento.
La soledad de las grandes ciudades, el hiperindividualismo, la muchedumbre solitaria, las mónadas sociales, fueron temas relevantes en la segunda mitad del siglo XX, pero apenas se habla ya de ello. Los individuos no se han entrañado ni abrazado más entre sí, pero electrónicamente se han comunicado de tal modo que el fenómeno de la interconexión parece haber acallado las inquietudes o las voces del aislamiento.
Dependemos  siempre de la imagen proyectada en los demás,y la apariencia de nuestra identidad se enreda con nuestras artes de engaño. Nuestro diseño, en fin, se encuentra más en nuestras manos a través del atrezzo, el nickname, el avatar, los juegos del sexo y la edad u otros recursos para hacer varios personajes de la persona y versiones de lo real.
"El prójimo es siempre insustituible para poder ser algo, pero la proporción que de su efectiva sustancia se necesita para esbozar nuestro perfil social puede sustituirse, en parte, por nuestra habilidad para fingir en la pantalla, travestirse en la Red y recrearse en el nuevo espacio virtual, inconcebible hasta ahora". V Verdú
 

El hacinamiento nos mata, y bastaría la excesiva proximidad para enfermarnos. 


Estamos solos y más solos que la una , pobres o ricos, sanos o enfermos. Proust escribía: “Nos comunica alguien su enfermedad o su revés económico, lo escuchamos, lo compadecemos, tratamos de reconfortarle y volvemos a nuestros asuntos. ¡Qué solas estamos las personas!”.




La soledad no sólo no es buena consejera. También resta eficacia a la respuesta defensiva de nuestro organismo. Un equipo de investigadores de la Universidad de California (UCLA) acaba de identificar un patrón de expresión genética en las células del sistema inmune propio de aquellas personas que padecen crónicamente altos niveles de soledad.

Los resultados sugieren que el aislamiento social produce una sobreexpresión de los genes ligados a la inflamación, mientras que la respuesta antiviral y la producción de anticuerpos se ven mermadas. La investigación es la primera que explica desde un punto de vista molecular por qué el aislamiento social está normalmente ligado a un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, infecciones virales y cáncer. “Hemos comprobado que lo que cuenta a nivel genético no es a cuántas personas conoces, si no a cuántas sientes realmente cerca”, matiza Steve Cole.
 

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